Hace unos días Noam Chomsky, uno de los pocos pensadores que nos queda, señalaba en una interesante entrevista que el mundo camina hacia un momento en el que nos podemos ir despidiendo ya unos de otros.
Todos los indicadores y expertos, unos más agoreros que otros, nos anuncian que lo peor de la crisis está por venir y que coincidirá con el otoño venidero.
El tradicional espíritu cainita de la izquierda, en especial la que transita paralela al PSOE, tiene la ocasión de corregir su deriva en las próximas elecciones de 2023. ¿Lo hará?
Que vivimos una nueva era llena de interrogantes ya lo teníamos suficiente claro. La cuestión fundamental es encontrar las respuestas adecuadas y aplicar los remedios para la cura definitiva.
Supongo que para escribir una reflexión como esta y para evitar malentendidos, es imprescindible iniciarla señalando la posición contraria a la locura iniciada por Putin al invadir Ucrania.
Hubo un tiempo en el que la escasez de noticias durante el verano, obligaba a los medios de comunicación a destripar lo que se denominaban “Serpientes del verano”, supongo que haciendo alusión a los habituales avistamientos del monstruo del lago Ness.
Este pasado domingo se han producido varios acontecimientos en forma de elecciones, que afectan a las izquierdas de Andalucía, Francia y Colombia, con diferentes consecuencias, una desoladora y otras dos esperanzadoras.
Se acaba de desarrollar durante el fin de semana pasado el famoso congreso del PP de Madrid. Famoso porque de alguna manera abrió la caja de los truenos en el seno del PP por la confrontación entre su anterior líder Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso a cuenta de la negativa del primero a que se desarrollara.